El impacto de los viajes en los deportistas es un tema que ha despertado un creciente interés en el ámbito científico, debido a los múltiples beneficios que generan tanto en el rendimiento físico como en el bienestar integral de los atletas.


Desde una perspectiva fisiológica, el cambio de entorno que implica un viaje promueve una serie de adaptaciones corporales que optimizan la capacidad física del deportista. La exposición a diferentes altitudes y condiciones climáticas estimula la respuesta del sistema cardiovascular, incrementando la eficiencia en el transporte de oxígeno a los músculos.

Esta respuesta fisiológica se ha documentado ampliamente en estudios sobre entrenamiento en altitud, donde se observa una mejora significativa en la capacidad aeróbica y en la resistencia muscular debido a la hipoxia inducida (Lundby & Robach, 2020). Además, la variabilidad de los terrenos, como montañas o senderos, desafía al cuerpo de manera diferente a los entrenamientos habituales, lo que contribuye a un desarrollo más equilibrado de la musculatura y a una mejora en la coordinación y equilibrio.

A nivel neurológico, los viajes aportan una estimulación cognitiva que beneficia la plasticidad cerebral. Al enfrentarse a nuevos desafíos, como la navegación en entornos desconocidos o la adaptación a condiciones cambiantes, el cerebro refuerza sus redes neuronales y promueve la creación de nuevas conexiones sinápticas. Esta capacidad de adaptarse a lo nuevo no solo mejora la coordinación motora, sino que también potencia habilidades cognitivas como la toma de decisiones y la resolución de problemas, aspectos clave en el rendimiento deportivo.

Estudios recientes han demostrado que la exposición a entornos novedosos y desafiantes puede incrementar la neurogénesis, especialmente en áreas del cerebro relacionadas con la memoria y el aprendizaje (González-Escamilla et al., 2021).

En el plano físico, el impacto de los viajes sobre los deportistas va más allá de los beneficios evidentes asociados al ejercicio. La alteración de la rutina permite que el cuerpo se recupere de manera más eficiente, al mismo tiempo que el cambio de estímulos evita el estancamiento en el desarrollo físico. Realizar actividad física en ambientes naturales y variados no solo fortalece los músculos menos utilizados en el entrenamiento diario, sino que también promueve un equilibrio físico integral. En este sentido, la interacción con la naturaleza y la exposición a paisajes diferentes mejoran la percepción del esfuerzo, lo que puede traducirse en una mayor motivación para el ejercicio y un menor nivel de fatiga percibida durante la actividad (Mitchell et al., 2020).

Por último, el componente emocional que implica un viaje resulta fundamental para el bienestar del deportista. El rompimiento con la rutina diaria y la inmersión en nuevos entornos generan una liberación de endorfinas y dopamina, neurotransmisores vinculados a la sensación de bienestar y felicidad. Esta respuesta emocional no solo reduce los niveles de estrés y ansiedad, sino que también mejora el estado de ánimo general, lo que se traduce en una mayor disposición mental para afrontar los desafíos deportivos. La evidencia sugiere que los viajes y la interacción con la naturaleza tienen un efecto positivo sobre la salud mental, contribuyendo a una mayor resiliencia emocional y reduciendo el riesgo de trastornos relacionados con el estrés (Bratman et al., 2021).

Por eso los viajes ofrecen un conjunto integral de beneficios para los deportistas, que van desde mejoras fisiológicas en el rendimiento físico, hasta estímulos neurológicos que favorecen el desarrollo cognitivo y motor, pasando por impactos emocionales que incrementan la motivación y reducen el estrés.
Estas ventajas hacen de los viajes una herramienta valiosa no solo para el entrenamiento, sino también para el bienestar general de los atletas, contribuyendo a un rendimiento más equilibrado y sostenible en el tiempo.

Mag. Sergio Furlan
Referencias


-Bratman, G. N., Anderson, C. B., Berman, M. G., Cochran, B., de Vries, S., Flanders, J., … & Daily, G. C. (2021). -Nature and mental health: An ecosystem service perspective. Science Advances, 7(3), eabc8257. https://doi.org/10.1126/sciadv.abc8257

González-Escamilla, G., Atienza, M., García-Sánchez, C., Cantero, J. L., & Stickel, A. (2021). The role of environmental novelty in neuroplasticity across the lifespan: A narrative review. Frontiers in Neuroscience, 15, 628843. https://doi.org/10.3389/fnins.2021.628843

Lundby, C., & Robach, P. (2020). Does ‘altitude training’ improve exercise performance in elite athletes? Experimental Physiology, 105(9), 1615-1622. https://doi.org/10.1113/EP088614

Mitchell, R., Astell-Burt, T., & Richardson, E. A. (2020). A comparison of green space and beach access for explaining mental health benefits in rural and urban settings. Journal of Epidemiology and Community Health 74(5), 400-405. https://doi.org/10.1136/jech-2019-213394

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