La toma de decisiones importantes requiere un rendimiento cognitivo, emocional y físico elevado. Estudios recientes han demostrado que el entrenamiento físico sistemático influye positivamente en la capacidad para tomar decisiones acertadas. Universidades como Harvard y Stanford han aportado evidencia sobre cómo el ejercicio aeróbico regular mejora las funciones ejecutivas, como la planificación, la memoria de trabajo y la flexibilidad cognitiva, lo que es esencial para enfrentar decisiones complejas. Estos efectos se explican por el aumento de la neurogénesis en el hipocampo y una mejor conectividad cerebral (Smith et al., 2023).

El entrenamiento de fuerza también está vinculado a una mayor resiliencia mental, ayudando a gestionar el estrés y a tomar decisiones más claras. La reducción de los niveles de cortisol y el aumento de endorfinas tras el ejercicio mejoran el equilibrio mental en situaciones difíciles (Taylor & Greene, 2024).

Además, las actividades al aire libre, como el trekking, mejoran la creatividad y la resolución de problemas gracias a la restauración cognitiva que generan. Esto permite a las personas tomar decisiones más acertadas en entornos cambiantes, incrementando su agudeza mental (Wang & Li, 2024).

Entre las variables clave que se mejoran con el ejercicio están la claridad mental, la gestión del estrés, la memoria de trabajo, la agilidad cognitiva y la creatividad. El ejercicio físico, especialmente el aeróbico, el de fuerza y el realizado en la naturaleza, se presenta como una herramienta poderosa para enfrentar decisiones complejas. El entrenamiento físico sistemático no solo optimiza la salud, sino también las capacidades cognitivas esenciales para la toma de decisiones acertadas en la vida diaria.

Mg. Sergio Furlan

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