A partir de los 50, el tiempo adquiere nuevas dimensiones. Ya no se trata de cuántas actividades realizamos, sino de cómo las vivimos y cómo equilibramos los momentos de esfuerzo con los de pausa. La resiliencia, entendida como la capacidad de adaptarse y superar los desafíos, cobra un valor especial en esta etapa. Aceptar que el cuerpo necesita más tiempo para recuperarse no es un signo de debilidad, sino de sabiduría. Según Williams et al. (2023), la regeneración muscular y la respuesta inmunológica se ralentizan con la edad, pero ese tiempo adicional es una oportunidad para aprender y escuchar al cuerpo.


La paciencia se convierte en una virtud indispensable. No es necesario apresurarse; cada actividad, desde las tareas cotidianas hasta los entrenamientos, debe ser realizada con conciencia plena. La ciencia respalda esta idea: un equilibrio adecuado entre esfuerzo y descanso mejora no solo la salud física, sino también la mental y emocional. Jensen et al. (2022) afirman que una dosificación correcta del ejercicio previene el desgaste y fomenta el bienestar a largo plazo.

Este tiempo de reflexión y recuperación también nos permite redescubrir el placer por la vida. Cada pausa es una oportunidad para disfrutar de lo que hemos logrado, para valorar las pequeñas alegrías y para aprender que menos puede ser más si se hace con intención. Este es el aprendizaje más importante: a medida que envejecemos, aprendemos a vivir de manera más selectiva, priorizando lo que realmente importa.

El tiempo ya no es un enemigo que se escapa de nuestras manos, sino un aliado que nos invita a disfrutar de cada momento, sabiendo que en el equilibrio entre movimiento y descanso reside el secreto de una vida plena.

Mg Sergio Furlan
www.sergiofurlan.com
@teamaventuramza

Enlace al articulo:

https://whatsapp.com/channel/0029VaoG5PW9MF94cHDOi90F/113

Enlace al canal de Whatsapp:

VIDA ACTIVA & BIENESTAR | WhatsApp Channel