Comprometerse con un programa de entrenamiento regular no solo impacta la salud física, sino que también genera cambios profundos a nivel psicológico y social. El ejercicio sistemático actúa como un regulador del estado de ánimo, promoviendo la liberación de endorfinas, las llamadas «hormonas de la felicidad». Esto no solo reduce el estrés y la ansiedad, sino que también fomenta una mayor resiliencia emocional, permitiendo enfrentar los desafíos de la vida diaria con una mente más clara y positiva.

Desde una perspectiva social, las personas activas proyectan una imagen de autodisciplina y organización, lo cual influye de manera positiva en su entorno laboral y familiar. Aquellos que adoptan un estilo de vida saludable inspiran a otros a hacer lo mismo, creando un ambiente de colaboración y bienestar en sus comunidades cercanas.

Lo interesante de esta época es cómo ha evolucionado la conciencia sobre los beneficios del ejercicio. Hace décadas, las personas llevaban una vida menos estresante y, además, se alimentaban con productos más frescos y naturales. Sin embargo, eran menos activas. Hoy en día, aunque enfrentamos más estrés, menos tiempo libre y una alimentación dominada por productos procesados, hemos desarrollado una mayor conciencia sobre el papel fundamental de la actividad física como un contrapeso para estas circunstancias negativas (Oliver Wyman, 2021). La actividad física se ha convertido en un factor clave para reducir los efectos negativos del sedentarismo, el estrés laboral y la dieta pobre en nutrientes.

Pese a los innumerables beneficios del ejercicio, este no recibe la promoción que merece por parte de los sistemas de salud pública. Estudios recientes destacan que la industria farmacéutica prefiere centrar sus esfuerzos en tratamientos costosos en lugar de promover una vida activa como prevención (Frontiers, 2022). Aunque el ejercicio físico está científicamente demostrado como un “medicamento” eficaz y gratuito, que mejora la calidad de vida sin efectos secundarios, ni las obras sociales ni los gobiernos lo impulsan lo suficiente. En su lugar, invierten grandes cantidades en fármacos y tratamientos que llenan los bolsillos de las grandes corporaciones.

Además, la pandemia aceleró el enfoque hacia soluciones farmacológicas rápidas, como vacunas y medicamentos, en lugar de dar prioridad a la promoción de estilos de vida saludables. A pesar de que el ejercicio físico tiene beneficios comprobados a largo plazo en la prevención de enfermedades crónicas como la diabetes y la hipertensión, sigue siendo subestimado (Oliver Wyman, 2021; Frontiers, 2022).

La industria farmacéutica continúa beneficiándose de lo que podría llamarse un «doping comercial», utilizando estrategias para mantener la atención en soluciones farmacológicas en lugar de en la prevención. En un estudio reciente, se evidenció cómo los médicos son influenciados por las tácticas de marketing de la industria para prescribir más medicamentos, incluso cuando alternativas preventivas, como el ejercicio, son más sostenibles (BMC Health Services Research, 2023). Esto demuestra que la prevención mediante actividad física no solo beneficia al individuo, sino que, paradójicamente, pone en jaque a una industria que sigue priorizando las ganancias a corto plazo.

No lo olvides…, el ejercicio físico sigue siendo el competidor más fuerte de la industria farmacéutica, un «medicamento» natural que no necesita promoción pagada ni campañas publicitarias costosas, solo la voluntad de quienes buscan una vida más sana. Si bien los medicamentos y tratamientos seguirán siendo necesarios en algunos casos, la verdadera inversión en salud a largo plazo está en el movimiento, y ese es un valor que aún no tiene precio.

Mg. Sergio Furlan

Enlace al articulo:

https://whatsapp.com/channel/0029VaoG5PW9MF94cHDOi90F/133

Enlace al canal de Whatsapp:

VIDA ACTIVA & BIENESTAR | WhatsApp Channel