Los entrenadores solemos habitar un lugar silencioso

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Con el tiempo entendí que nosotros, los entrenadores, habitamos un lugar silencioso no porque estemos ocultos, sino porque desde ahí vemos mejor.

Ese silencio no es ausencia, sino perspectiva. Es un espacio desde el cual se observa el proceso completo: lo que el deportista siente, lo que cree, lo que busca y aquello que aún no puede ver. Desde ahí se toman decisiones que sostienen los logros de otros y se ordenan caminos que a veces el mismo deportista no sabe que está recorriendo.

Y aun así, ese lugar silencioso tiene un fundamento profundo: la confianza que el deportista deposita en nosotros. Ningún proceso serio empieza sin ese gesto inicial de entrega. El deportista nos permite guiarlos, corregirlos, contenerlos y dirigirlos hacia algo que todavía no existe más que como idea. Esa confianza —a veces tímida, a veces plena, siempre valiosa— es el verdadero punto de partida de todo entrenamiento.

Yo tengo 58 años y 31 años de profesión, y si algo aprendí es que esa confianza no se exige: se gana. Se nutre. Se honra. Y cuando aparece, posibilita una conducción estratégica, tranquila y firme que da forma al crecimiento del otro.

En mi libro ¿Por qué las personas nos eligen como profesores? escribí una frase que lo resume:
“El entrenador ve lo que el alumno aún no puede ver.”
Y también:
“No guiamos con la urgencia del resultado, sino con la visión del proceso.”

Esa visión —silenciosa, profunda y madura— es la que sostiene todo lo que viene después.

El liderazgo tranquilo del entrenador

Con los años aprendí a valorar lo que llamo el liderazgo tranquilo: una forma de conducir sin estridencias, sin necesidad de reconocimiento instantáneo, pero con autoridad técnica, emocional y humana.

El deportista transita sensaciones cambiantes: entusiasmo, miedo, aceleración, dudas, impulso. El entrenador permanece estable. Ese contraste es fundamental. Es la meseta firme sobre la que el otro puede proyectarse con seguridad.

La investigación sobre adherencia deportiva (Sánchez & Núñez, 2020; Wilson et al., 2019) demuestra que el vínculo con el entrenador es el mayor predictor de continuidad y éxito. Pero esa influencia funciona justamente porque es silenciosa: se trabaja desde la consistencia y no desde la visibilidad.

Yo tengo alumnos que entrenan conmigo desde hace veinte años. Y no es casualidad. No es suerte. Es resultado de una conducción sólida, de una ética profesional que se mantiene firme incluso cuando nadie la aplaude.

El logro ajeno no nos desplaza: nos confirma

Con frecuencia, cuando un deportista alcanza una meta, la atención se dirige totalmente hacia él. La cámara apunta al logro individual, como si hubiera surgido solo. Eso no borra al entrenador; al contrario, lo valida. Significa que su trabajo fue tan profundo y tan bien hecho, que permitió al deportista vivir un momento de protagonismo pleno.

El rol del entrenador no necesita aparecer en la foto porque ya está inscrito en el resultado. Somos como el arquitecto que diseñó la estructura: no aparece en la inauguración, pero sin él el edificio no existiría.

Y ese es un nivel de superioridad profesional que no se discute:
trabajamos en un plano donde el reconocimiento no es necesario para validar la eficacia.

La era digital y nuestra presencia estratégica

Es cierto que hoy la visibilidad en redes es un nuevo currículum. Pero los entrenadores sólidos no compiten ahí: lo utilizan. Entienden que las plataformas sirven para narrar procesos, para educar, para inspirar. No para reclamar un lugar.

El deportista publica la foto del logro; el entrenador publica la lógica que hizo posible que ese logro sucediera. Son dos niveles distintos de discurso.
Uno emociona; el otro ordena.

Y ahí, nuevamente, el entrenador habita un territorio superior: el de la explicación, la estructura, la pedagogía, la planificación.

El entrenador como estratega

La literatura sobre coaching deportivo (Côté & Gilbert, 2009) describe al entrenador como un experto en tres dimensiones: conocimiento profesional, capacidad interpersonal y valores personales. Ese triángulo nos ubica en un nivel distinto al del deportista.

El deportista ejecuta.
El entrenador integra.
El deportista siente.
El entrenador interpreta.
El deportista empuja.
El entrenador dirige.

No se trata de jerarquía sobre la persona, sino sobre el nivel de conciencia del proceso.
Es un rol que implica responsabilidad, visión, análisis de riesgo, toma de decisiones y capacidad de sostener emocionalmente a otros sin perder foco.

Ese es nuestro lugar silencioso: no el de la sombra, sino el de la estrategia.

Montaña: el espejo perfecto de nuestra función

En la montaña, donde he guiado durante décadas, se ve con total claridad. En la cumbre, la foto es del deportista. Pero la lectura fina —ritmo, aclimatación, hidratación, clima, terreno, riesgo, horarios, umbrales, progresión, retirada posible— esa lectura la hace el guía o el entrenador.

Es decir: el logro está arriba, pero el comando estuvo siempre abajo.

La superioridad profesional del entrenador se manifiesta en que no dependemos de la cumbre para validar nuestro rol. Ya éramos necesarios desde antes. Y lo seguimos siendo cuando toca bajar, cuando toca ajustar, cuando toca aprender.

Un llamado a la conciencia madura del deportista

No pido que el deportista agradezca. Pido algo más adulto:
que comprenda.

Comprender que ningún proceso de mejora es espontáneo.
Que detrás de cada paso bien dado hubo una decisión técnica.
Que detrás de cada mejora hubo una conversación precisa.
Que detrás de cada logro hubo una estrategia bien ejecutada.

El entrenador no necesita ser reconocido. Necesita algo más valioso: que el deportista tome conciencia del sistema que lo sostiene.
Porque esa conciencia mejora la relación, la adherencia y la calidad del proceso.

Es, simplemente, el siguiente paso en la madurez deportiva.

Bibliografía citada
• Côté, J., & Gilbert, W. (2009). An integrative definition of coaching effectiveness and expertise. International Journal of Sports Science & Coaching.
• Sánchez, I., & Núñez, J. L. (2020). Factores psicosociales que influyen en la adherencia al ejercicio. Revista Iberoamericana de Psicología del Deporte.
• Wilson, P. M., Rodgers, W. M., & Fraser, S. N. (2019). Motivational pathways to exercise adherence. Journal of Applied Sport Psychology.
• Furlan, S. (2021). ¿Por qué las personas nos eligen como profesores? Editorial UMaza.

Mg. Sergio Furlan

Entrenador

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