En la vida cotidiana, muchos se preguntan por qué todo parece salir mal. Este cuestionamiento refleja una tendencia humana universal: la de enfocarse en los aspectos negativos o inciertos de la vida. La dicotomía entre ver el vaso medio lleno o medio vacío no es solo una metáfora, es una realidad psicológica que condiciona nuestra forma de percibir los eventos. A menudo nos sentimos atrapados en la presión de alcanzar un éxito constante e indefinido, algo que pocas veces existe en la realidad.
En el ámbito de la salud y el bienestar físico, esta presión se manifiesta de manera similar. Nos imponemos estándares externos, como los relacionados con el índice cintura-cadera, que a menudo generan angustia. Aunque la ciencia y la medicina nos proporcionan indicadores valiosos sobre el riesgo cardiovascular, debemos ser conscientes de que no todas las estadísticas determinan de manera concluyente el destino de cada individuo. Vivir bajo la constante preocupación de lo que podría salir mal solo alimenta un ciclo de ansiedad y estrés innecesario.
No se trata de descuidar nuestra salud o ignorar los consejos científicos, sino de encontrar un equilibrio entre el autocuidado y la aceptación de nuestras realidades individuales. La clave está en apreciar lo que somos y lo que hemos logrado, sin la carga de expectativas externas o la anticipación de futuros problemas que quizás nunca ocurran. «Hoy no es siempre» es una frase que invita a reflexionar sobre la transitoriedad de nuestras circunstancias. Si bien el futuro puede ser incierto, también nos brinda oportunidades de mejora y adaptación.
En la actividad física, por ejemplo, existe la creencia errónea de que esta salvará nuestras vidas. Sin embargo, el verdadero valor de ejercitarse radica en mejorar la calidad de vida, haciéndola más vivible y placentera. La actividad física no es una solución mágica, pero sí un camino hacia un bienestar más integral. Al simplificar nuestras acciones diarias y alejarnos de la obsesión por el rendimiento constante, podemos encontrar un espacio más genuino para disfrutar de lo que realmente importa.
En este contexto, nuestras redes sociales a menudo se convierten en una extensión de esta búsqueda de validación externa. Los «likes» y seguidores parecen definir nuestro éxito, pero en realidad, lo que importa es disfrutar y valorar el trabajo que hacemos. El verdadero desafío no es evitar el fracaso, sino no dejar que los estándares externos, ya sean profesionales, físicos o sociales, definan nuestra identidad.
Los invito a que, en cualquier actividad que emprendan, desde un ejercicio simple hasta un desafío monumental, lo hagan por ustedes mismos, con autenticidad. Solo así podremos vivir plenamente, libres de las expectativas y frustraciones ajenas, y disfrutar de nuestros propios logros.
Mag. Sergio Furlan
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